Nota del Grupo de Vacunas de la Red Española de Atención Primaria
(REAP). Septiembre de 2021.
Asociación de profesionales que trabajan en el campo de la atención primaria con el fin de promover y desarrollar la investigación y la formación.
“El caso de las vacunas covid19 en infancia y adolescencia: ciencia y propaganda”
Por ahora es imposible apoyar la vacunación indiscriminada de infancia y adolescencia porque cabe la duda racional de que estemos produciendo daños en exceso.
¿De qué hablamos?
La pandemia covid19 ha afectado y está afectando a la Humanidad, pero no a todos por igual. Así, la ancianidad se asocia a mayor probabilidad de complicaciones y de mortalidad, bien por la fragilidad inmunitaria asociada a la edad, bien por otros factores de riesgo como padecer diabetes, insuficiencia cardíaca, obesidad y/o polifarmacia (especialmente el consumo de ciertos medicamentos como “protectores del estómago”, gabapentinoides, opiodes, “tranquilizantes” tipo neurolépticos, etc) (1,2).
Por el contrario, la infancia y la adolescencia se asocian a menor probabilidad de complicaciones y de mortalidad, a una infección respiratoria autolimitada, bien por la fortaleza inmunitaria y las defensas frente a otros coronavirus, bien por la escasa incidencia de factores de riesgo y de polifarmacia, bien por otras cuestiones tipo escasa reactividad endotelial (3).
La menor morbilidad también se refiere a la menor incidencia de covid19 persistente, que puede ser del 1%, y más baja (4). Además, a menor edad menor capacidad de contagiarse y ser agente contagiador (5).
En resumen, desde el inicio de la pandemia hasta hoy, incluyendo la variante producido mayoritariamente una enfermedad leve, benigna y autolimitada (6,7).
Lo que esperábamos y deseábamos
Esperábamos y deseábamos tener datos españoles que corroboraran lo que sabíamos, la escasa peligrosidad de la infección por SARS-CoV-2 en la infancia y adolescencia. También, que con estos datos se facilitara el hacer vida “normal” a la infancia y adolescencia y que se fuera muy precavido en la aplicación de las medidas contra la pandemia, desde cierre de escuelas a uso obligado de mascarillas pasando por su vacunación, pues en el balance beneficios/daños los segundos pueden ser fácilmente superiores a los primeros.
Ahora sabemos ya que en España, en infancia y adolescencia la mortalidad por COVID-19 es casi nula.
Así, por ejemplo, en Extremadura, desde marzo de 2020 hasta la fecha, no se ha notificado ningún fallecimiento en menores de 19 años, con una población para esta franja de edad de 195.400 (datos INE 2020).
En toda España, la mortalidad por 100.000 en esta población de 0 a 19 años, según RENAVE, ha sido de 0,20 (grupo de 0 a 4 años), 0,26 (grupo de 5 a 9 años) y 0,33 (grupo de 10 a 19 años) (8). Para hacernos idea, la mortalidad por todas las causas por 100.000 en estos mismos grupos de edad, tomando como promedio anual desde 1999 a 2019, fue, respectivamente, de 82,3 (0-4 años), 10,1 (5-9 años) y 20,9 (10-19 años).
La realidad hasta el 20 de septiembre de 2021
Desde el comienzo de la pandemia la infancia, adolescencia y juventud fueron y han sido presentadas como un peligro para la población en general y para sus abuelos en particular, como supercontagiadores (9,10). Por ello, el principio de precaución dio paso a una especie de principio de destrucción, como bien ejemplifica el confinamiento de la primavera de 2020 que fue tan intenso como cruel, recluyendo más a la infancia, adolescencia y juventud que a los perros (11).
Por ello, también, se cerraron escuelas y se amordazó con mascarillas hasta a preescolares, en contra de toda prueba científica y sin considerar que los daños superaban en mucho a los beneficios (12). Sobre todo porque los ejemplos nórdicos demostraban la posibilidad de mantener la educación abierta con medidas no agresivas, tipo actividades al aire libre, disminución del número de alumnos por aula, etc (13).
En el campo de las vacunas covid19 la situación fue y es similar, de uso imprudente de un principio de precaución que justifica decisiones que conllevan más daños que beneficios. La idea aceptada es que la vacunación de infancia y adolescencia permitirá la vuelta a su vida normal, y además dejará de existir un “reservorio” de individuos que contagien (14).
Sin embargo, la escasa gravedad de la covid19 en infancia y adolescencia justificaría el no vacunarlos pues la infección natural proporcionaría más y mejor protección a largo plazo que la vacuna y contribuiría a mejorar el conjunto de la situación, facilitando el paso de pandemia a endemia (15).
La Agencia Europea del Medicamento (EMA) aprobó el uso de las vacunas covid en menores de 18 años, hasta los 12 (16), pero siguiendo las consideraciones de los European Centre for Disease Prevention and Control (ECDC), la vacunación de estos grupos exigiría valoraciones epidemiológicas que permitieran un ajuste fino entre beneficios y daños (6,17).
Por ejemplo, sabemos que en Estados Unidos el balance beneficios/daños en adolescentes de 12 a 17 años demuestra un mayor riesgo de ingreso hospitalario en varones por miocarditis por vacuna covid19 de ARN mensajero (Pfizer, Moderna) que de hospitalización por la propia enfermedad (18).
Buen ejemplo de la necesaria precaución es el caso del Reino Unido, donde entre 12 y 15 años sólo se está poniendo una dosis de la vacuna, pues la segunda dosis provoca más efectos adversos que beneficios esperables, especialmente problemas e ingresos hospitalarios por miocarditis (19,20).
En España la aprobación y práctica es de vacunación con dos dosis, como los adultos, desde los 12 años (21).
Con una urgencia que no responde al problema en la infancia y adolescencia, se está implantando la vacunación incluso desde los 2 años en Cuba, por ejemplo (22).
La realidad desde el 20 de septiembre de 2021 Pfizer publicó el 20 de septiembre de 2021 una nota de prensa con resultados de eficacia de su ensayo clínico en la infancia (5 a 11 años), lo que fue objeto de celebración en el mundo entero, pese a no contar con publicación científica alguna y basarse en el resultado intermedio de lograr provocar anticuerpos en sangre, sin datos sobre impacto ni en morbilidad ni en mortalidad (23, 24). Tal ensayo clínico no contó con suficiente potencia (tamaño de muestra) ni tampoco tiempo de observación para estudiar la frecuencia y gravedad de los problemas de seguridad pues incluyó sólo a 2.268 niños, y todos estaban sanos. Sin embargo, en base a dicha nota de prensa, Israel decidió vacunar en esa franja de edad, Ecuador empezará a mediados de octubre y Australia lo está considerando (24,25).
En España, y en el mundo, lo que hemos visto desde esa fecha es una campaña de propaganda en que todos los medios de comunicación repiten consignas similares creando miedo con noticias sin la menor sutileza ni calidad al no destacar el incremento en la realización de pruebas de diagnóstico ni que las complicaciones y muertes suelen ir ligadas a situaciones basales de enfermedad de riesgo. Estos son algunos titulares:
“Los niños de hasta nueve años lideran ahora la incidencia del covid”.
“Los niños son ya el grupo en el que más se propaga el coronavirus, que sigue en caída en todas las edades”.
“La no vacunación hace que los menores de 12 años lideren los contagios”.
“Los menores de 12 años son ya el grupo de edad con mayor incidencia de la Covid sin tener por ahora opción a vacunarse”.
“Los menores de 12 años, el grupo con mayor incidencia del virus”.
¿Qué hacer?
Ante la presión mediática y comercial conviene más que nunca la precaución, el básico “primero no hacer daño” (primum non nocere) que tenga en cuenta la seguridad del paciente al valorar efectos adversos a corto, medio y largo plazo.
Para ello, nada como mantener vivo el recuerdo de la epidemia de narcolepsias que desencadenó en adolescentes, fundamentalmente nórdicos, una de las vacunas empleadas en la primera pandemia del siglo XXI, la de la gripe A, H1N1 (para mayor dolor, la empresa, Glaxo, estuvo al tanto de los indicios de problemas de seguridad antes de su conocimiento público, como demuestran diversos documentos judiciales) (26).
Las vacunas covid19 no son “la solución” de la pandemia sino sólo un instrumento de salud pública. Conviene el uso racional de dichas vacunas para lograr beneficios que compensan los daños.
Por ahora es imposible apoyar la vacunación indiscriminada de infancia y adolescencia porque cabe la duda racional de que estemos produciendo daños en exceso. https://www.reap.es/