Una vez confinados en nuestras viviendas y conscientes de que vendrán días largos es fundamental llevar a cabo actividades que nos ayuden a mantener la cabeza en su sitio. Nos enfrentamos a tiempos sin precedentes ¿o no? Seguramente no soy la única que recuerda otras calamidades ocurridas a lo largo de la historia de la humanidad y seguro que más de uno tiene presente las diez plagas infligidas a los egipcios en tiempos de Moisés. Seguramente nosotros no vamos a necesitar más de una plaga, probablemente después de este retiro nuestras vidas habrán cambiado para siempre, para mejor.
Nos esperan días de silencio, soledad y aislamiento social, que podemos convertir en una oportunidad única con herramientas precisas para reconfigurar nuestro cerebro, como por ejemplo a través del silencio. La ciencia ha identificado algunas actividades que modifican la estructura de nuestro cerebro, cambiando su estructura, aumentando y reduciendo su tamaño, o alterando su bioquímica
Marcus Raichle ha demostrado que un cerebro en reposo consume tanta energía como a pleno rendimiento, ese silencio, dice, le permite regenerarse, aumentar la creatividad, y la memoria; en el silencio se reproducen las neuronas. Cerrar los ojos ralentiza las ondas cerebrales, parpadeamos no sólo para humidificar los ojos sino también para que nuestro cerebro descanse.
La respiración profunda desacelera la frecuencia cardíaca, disminuye la presión arterial, desciende la tasa de cortisol y el sistema inmunitario se ve reforzado. En esa situación de calma y bienestar el corazón produce un ritmo especial capaz de sincronizar otros sistemas fisiológicos como las ondas cerebrales, la presión sanguínea, la digestión y el sistema inmunitario.
Andrew Newberg, del Marcus Institute of Integrative Health de la Thomas Jefferson University ha estudiado las respuestas cerebrales de las personas que han hecho algún tipo de retiro. Afirma que después de un retiro de siete días se producen cambios significativos en los transmisores de dopamina y serotonina, para entendernos la hormona del sentirse bien; y que ello ayuda a controlar la atención, emociones y estados de ánimo. Después de meditar el cerebro no es el mismo. El escaneo con resonancia magnética demostró a Sara Lazar, investigadora del Hospital General de Massachusetts (EE UU) que una meditación de media hora diaria, bastaba para aumentar la densidad de la materia gris, en un área cerebral relacionada con el aprendizaje y el estrés; a la vez que disminuía en la amígdala, clave en la ansiedad y el estrés.
Tiempo nos va a sobrar, así que ¡alegrémonos! después de este encierro vamos a salir todos más listossss.
Ahora bien, no vale quedarse hasta las tantas: Si duermes poco o mal tu cerebro encoge. Así de drástica es la conclusión de Charles E. Sexton de la Universidad de Oxford .